Hoy me toca escribir en plata, sobre un fondo negro. Cuento cada coma, y cuenta cada punto.
Hoy negro es mi teclado, el fondo de escritorio, el blog, el cielo, mi alma...
Plata son las letras de las teclas, un brillo en el fondo, mi esclava, las estrellas, y mis recuerdos...

Mis dedos se paran, y mis recuerdos salen a corretear. Empieza el juego:

[...]

Al pollito inglés, un recuerdo se dispara, vuela hasta la pared, y lo veo cara a cara. Se queda quieto, intenta disimular... no puede, ya me ha calado, y lo siento, pero está eliminado.

-Un, dos, tres, pollito inglés!
Cuatro más al acecho, dos posando, dos tirandose por el suelo. Carcajadas y cinco palabras:
-Un, dos, tres, pollito inglés!
Ahí vienen en avalancha, se estampan en mi cara, penetran en mis ojos, y no hay ganador, hay cuatro momentos clavados en la pared.

Al escondite, elegir un dedo y una parte del brazo: Contar hasta cien, y lento.
-Uno, dos, tres...
¡Todos corriendo!
Uno detrás de la cortina, dos detrás de una puerta, tres de bajo de una mesa, cuatro corriendo escaleras arriba. Hay quien se esconde en una ventana y hay quien se tapa con una capa esperando el "ya voyyyy!"

[...]

Esconderse, quedarse quieto. Eso es lo que hacen mis recuerdos cuando hablamos de esto, sienten nostalgia, quieren jugar conmigo y hacen que los busque. Primero miro detrás de la cortina, y veo a uno que se asusta y sale corriendo. Oigo risas tras la puerta y salen por su cuenta. Los de debajo de la mesa no hay quien los vea, pero tampoco hay quien los calle... Y como todo lo que sube baja... los que subieron las escalera, la bajan de nuevo.

Tantos recuerdos escondidos, quietos, esperando a ser buscados. Y lo mejor de todo es que he encontrado tres cosas: Un deseo, dos son-risas y tres...

...puntos seguidos.
Os dije que contaban.