Volviendo a casa en primera
Son las diecinueve, trentaiseis,
hora que me devuelve a mi hogar.
Cada viernes que toca volver, se hace en el coche que toca, en el asiento que toca. Hoy toca no planear, en primera clase, asiento a gusto del que escribe, y unas vistas que el camino de vuelta me devuelve.
Una fila a mi izquierda, con tres chicas guapas de cara, de cara. Una ventana a mi derecha, con una ciudad dentro que me sumerge y me somete a sus encantos de noche. Denoche, con sueño, desde que nací hasta que me duerma; con musica, desde piano hasta rap; escribiendo, de la Z a la A, porque parto de la S y mi meta está en la C.
Hoy no miro el panfleto que dejan en una rejilla del asiento de alante, ni me pregunto cómo serán los coches de primera. Hoy me doy cuenta que en primera no los hay, y que el coche viene medio vacío. Entre vestidos y trajes con corbatas, entre zapatos caros de hebilla y tacones altos, estoy yo con pantalones anchos y zapatillas.
Descubro que hay un pasillo que comunica el coche uno y el dos, como si no bastara con la diferencia de asientos, aquí de dos en dos (metros) y allí de dos en dos (personas por metro).
Y al lado de la puerta, está la chica del fondo, a tres asientos, a seis metros, la que arrastra el pañuelo por el suelo, a la que le quito la mirada cuando me mira y tontea con un rizo. Hoy solo veo a un viejo con gafas en el reflejo de la ventana. Y fuera veo oscuridad, que en un rato se convertirá en mi hogar.
Veinte, dos,
ya falta poco. Estoy en la O, la siguiente es la C.
hora que me devuelve a mi hogar.
Cada viernes que toca volver, se hace en el coche que toca, en el asiento que toca. Hoy toca no planear, en primera clase, asiento a gusto del que escribe, y unas vistas que el camino de vuelta me devuelve.
Una fila a mi izquierda, con tres chicas guapas de cara, de cara. Una ventana a mi derecha, con una ciudad dentro que me sumerge y me somete a sus encantos de noche. Denoche, con sueño, desde que nací hasta que me duerma; con musica, desde piano hasta rap; escribiendo, de la Z a la A, porque parto de la S y mi meta está en la C.
Hoy no miro el panfleto que dejan en una rejilla del asiento de alante, ni me pregunto cómo serán los coches de primera. Hoy me doy cuenta que en primera no los hay, y que el coche viene medio vacío. Entre vestidos y trajes con corbatas, entre zapatos caros de hebilla y tacones altos, estoy yo con pantalones anchos y zapatillas.
Descubro que hay un pasillo que comunica el coche uno y el dos, como si no bastara con la diferencia de asientos, aquí de dos en dos (metros) y allí de dos en dos (personas por metro).
Y al lado de la puerta, está la chica del fondo, a tres asientos, a seis metros, la que arrastra el pañuelo por el suelo, a la que le quito la mirada cuando me mira y tontea con un rizo. Hoy solo veo a un viejo con gafas en el reflejo de la ventana. Y fuera veo oscuridad, que en un rato se convertirá en mi hogar.
Veinte, dos,
ya falta poco. Estoy en la O, la siguiente es la C.