Te doy a elegir entre diez caminos que llevan al mismo sitio, que son casi iguales, que comienzan casi en el mismo sitio, pero que son distintos.

En uno encontrarás cicatrices y arrugas por la edad. Aunque cualquiera de ellos comparten la sabiduría de la ignorancia.
Hay otro que siempre borra los errores y vuelve atrás. Es del tipo de camino que siempre ansias encontrar, para corregir y poder continuar... Un consejo: aprende a tachar.
Dos de ellos te guiarán hasta el amor, porque son puro corazón. Siempre que se besan crean bellezas de carbón, con líneas y líneas, que se superponen y se ocultan unas a otras, creando sombras que, unidas con desenfoques a manos de un dedo, forman eso a lo que llaman arte.
Son esos mismos los que, a veces, les da por moverse en círculos, dejando garabatos que marcan el siguiente giro, hasta formar letras consentidas, con sentido.

Y ya van cuatro.

Queda el pequeñín, ese que nadie nunca escoge, el más alejado, el que no está arropado por los otros... Nadie se da cuenta que es el camino más corto, aunque sea el más duro de atravesar.

Y van cinco.

¿Diez caminos?
Son cinco los que bastan para definirme, diez son los que llevan a la cima, y otros diez son los que se encuentran entre el suelo, y mi suela.
Todos los caminos llevan a Roma, pero solo diez son los que llevan a mi roma, y vuelven para contarlo.

En mis manos tengo los diez, y en las tuyas está con qué camino comenzar.