El libro en blanco
Todos los libros no son iguales. Ninguno cuenta la misma historia, y si lo hacen, siempre tienen algún matiz que lo hace especial. Ninguno tiene los mismos personajes, ni se centra en el mismo lugar, ni en el mismo tiempo, aunque tal vez alguien ya habló de ellos, estuvo en ese lugar, y vivió en esa época.
Quizás muchos sean de fantasía, y otros muchos cuenten historias reales, más o menos desenfocadas y enturbiadas, o mientan desde la primera palabra.
Y hay muchos, aunque muchos menos, capaces de enfocar los ojos, aclarar la mente, y volcar tu corazón con verdades que parecen florecer hasta de las piedras, o la sangre. Lástima no regarlas antes.
Ignorantes... que abren sepulturas, y cantan.
Todos los libros no son iguales, no. Pero todos comienzan igual. Comienzan con muchísimas páginas en blanco, a ojos ajenos.
Cuando un lápiz se posa en ellas, una idea se desliza por el carbón, atravesando el papel, y grabándose con fuerza.
Cuando esa idea viene de lo más profundo de tu corazón, las páginas toman forma. Surgen cielos. Uno azul de ojos, precioso, al que mirar y con el que soñar. Otro duro y firme, sobre el que crear nuevas historias. Surgen motivos por los que seguir, luces al final del cielo, que te hacen mantenerte en pie, para descansar al ver la luna... preciosa, imponiéndose a las tinieblas.
A veces hay que sacarle punta al lápiz, porque, de apretar, se parte. También hay que tachar, porque nos dejamos llevar, hacemos cosas sin pensar, y acaban mal.
A veces ocurre que el que escribe también se parte, y no hay manera de sacarle punta. Y también hace cosas sin pensar, se equivoca, y no puede tachar. Errar forma parte de ese libro en blanco.
Poco a poco, vamos encontrando personajes que encajan perfectos en nuestras páginas, sin necesidad de agrandar los márgenes, ni de desviar la historia. Poco a poco, tu mundo crece, y llegan más páginas en blanco, deseosas de ser embestidas por un lápiz, tan acariciado, que se va desgastando.
Cada coma es un paso, y cada punto un salto.
Poco a poco, las plantas florecen, los personajes crecen, y el lápiz se gasta.
Poco a poco, se crea una historia que jamás será olvidada. Quedarán esas palabras, esos borrones, que no son por borrar si no por lágrimas derramadas. Quedarán esa página de atrás, marcada de tanto apretar.
Quedará un mundo entero al que visitar.
Y el lápiz, se gastará, pero el carbón de su interior, en montones de páginas en blanco, quedará.
No, no todos los libros empiezan igual,
aunque hay algunos, que no tienen final.
Quizás muchos sean de fantasía, y otros muchos cuenten historias reales, más o menos desenfocadas y enturbiadas, o mientan desde la primera palabra.
Y hay muchos, aunque muchos menos, capaces de enfocar los ojos, aclarar la mente, y volcar tu corazón con verdades que parecen florecer hasta de las piedras, o la sangre. Lástima no regarlas antes.
... Yo muero. Tú, que vivirás, refiere la verdad y los motivos de mi conducta, a quien los ignora.
Ignorantes... que abren sepulturas, y cantan.
Todos los libros no son iguales, no. Pero todos comienzan igual. Comienzan con muchísimas páginas en blanco, a ojos ajenos.
Cuando un lápiz se posa en ellas, una idea se desliza por el carbón, atravesando el papel, y grabándose con fuerza.
Cuando esa idea viene de lo más profundo de tu corazón, las páginas toman forma. Surgen cielos. Uno azul de ojos, precioso, al que mirar y con el que soñar. Otro duro y firme, sobre el que crear nuevas historias. Surgen motivos por los que seguir, luces al final del cielo, que te hacen mantenerte en pie, para descansar al ver la luna... preciosa, imponiéndose a las tinieblas.
A veces hay que sacarle punta al lápiz, porque, de apretar, se parte. También hay que tachar, porque nos dejamos llevar, hacemos cosas sin pensar, y acaban mal.
A veces ocurre que el que escribe también se parte, y no hay manera de sacarle punta. Y también hace cosas sin pensar, se equivoca, y no puede tachar. Errar forma parte de ese libro en blanco.
Poco a poco, vamos encontrando personajes que encajan perfectos en nuestras páginas, sin necesidad de agrandar los márgenes, ni de desviar la historia. Poco a poco, tu mundo crece, y llegan más páginas en blanco, deseosas de ser embestidas por un lápiz, tan acariciado, que se va desgastando.
Cada coma es un paso, y cada punto un salto.
Poco a poco, las plantas florecen, los personajes crecen, y el lápiz se gasta.
Poco a poco, se crea una historia que jamás será olvidada. Quedarán esas palabras, esos borrones, que no son por borrar si no por lágrimas derramadas. Quedarán esa página de atrás, marcada de tanto apretar.
Quedará un mundo entero al que visitar.
Y el lápiz, se gastará, pero el carbón de su interior, en montones de páginas en blanco, quedará.
No, no todos los libros empiezan igual,
aunque hay algunos, que no tienen final.