Solo necesitas sentarte en un banco, encenderte un cigarro y hablar.

Sacar los problemas a pasear, descansando un poco de ellos, aunque al rato vuelvan a entrar, hambrientos.
Sentir calor en una voz, que tranquiliza, aunque no sea lo único.
Sentir calor en un abrazo, que te deja descansar por un instante, y dejarte caer, sin miedo.

Hablar y que te escuchen, por fin.
Abrazar y que te abracen, de verdad.

Y despedirte, aunque quedándo para el día siguiente. Llegará el momento de no poder hacerlo, pero hoy no es ese momento.

Sólo necesitas, no necesitar nada, salvo todo.



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