Hay noches como esta, en los que los recuerdos llegan, me relajan y se van, como las cenizas de un cigarro, calentándose, cambiando, haciéndose ver y apagándose, dejándome preparado para otro.

Pero en ese par de segundos ocurren muchas cosas que no se ven. Entran como el humo, adheriéndose a mi y reconfortándome. Y si, también queman, queman todos aquellos que están ahí para no olvidar y que te ayuden a no pasar más noches como esa, sin ver.

Ocurre ese momento en el que ya no respiras, el humo se sienta, se pone agusto y te abre las puertas para que mires su forma.

Y ocurre que como todo, las cosas que vienen se van. Solo queda dejarlos salir, verlos, sentirlos, darles un beso, ver cómo se van moviendo, cambiando y darte cuenta del fondo de la habitación.

Tú también puedes hacerlo, eres tú quien crea tus recuerdos, no lo olvides. Ni yo.
Siempre puedo verte y darte las buenas noches. Y eso no es recordar.

Ni no recordar es por olvidar.