Ven, acércate y cuéntame un cuento.

Me gustan los cuentos en los que el amigo del protagonista es un oso, acuérdate de eso. 
Uno de mis primeros libros en leer por mi mismo fue "El libro de la selva" y yo siempre iba de parte de Baloo, y eso que no había más vuelta de hoja, o iba de su parte o iba con la pantera. Si alguien debe enseñarnos los valores que hay que tener en la vida, debería ser él. Si, definitivamente quiero a un oso en mi cuento.

También me gusta la magia, eso es indispensable. 
Todo en la vida es mágico, pero a mi me gusta esa que viene sin buscarla, sin vergüenza ninguna. Pero es taaaaan difícil decidirse por qué tipo de magia... Aunque más que tipos me gusta pensar en que solo existe una sola y que todo depende del punto de vista, de perspectiva, de los ojos con que la veas venir. 

Me he criado con Peter Pan, he ido creciendo con Harry Potter y he madurado con Kvothe. Seguro que los conoces, o eso espero, porque quiero una buena historia y estos tres serían unos buenos ayudantes de un buen oso llamado Baloo. Si, sería perfecto así. Apunta apunta, que pronto vamos a contarnos cosas.

Peter Pan me enseñó la magia de ser un niño, la eterna imaginación y que no existen las palabras imposible y jamás. Es la magia más sencilla y pura de todas, consiste en creer y en olvidar. Consiste en aprender qué son los besos por primera vez, en cómo se volaba, en cómo podías ayudar a rescatar a la hija de la tribu de los indios y en cómo un cocodrilo, si lleva un reloj, se le oye llegar. Consiste en volver a ser quien eras o quien quieras, en poder con lo que sea y en hacer todo eso que puedes llegar a imaginar, todo desde la absoluta bondad de un niño. Y lo más importante, que contando cuentos puede aparecer y llevarte con él. Recuerda, tan solo debemos volar hasta al amanecer, la segunda estrella a la derecha y allí nunca más estaremos solos. Así que aplícate el cuento y apunta, que lo bueno está por llegar.

Harry Potter era distinto, creció sin saber lo que le corría por las venas y me enseñó que si has nacido para algo, nada ni nadie podrá evitar que algún día lo seas. Incluso si el malo malísimo de la historia te intentó matar cuando eras un bebé por miedo a que fueses el más grande de todos y acabases con él, incluso así lograrás ser más que cualquier expectativa sobre ti, serás quien quieras ser. Pero aun así, esa no es su magia, no es su magia el poder lanzar hechizos o volar con escobas. La magia más grande es la amistad, la lealtad inquebrantable por sus amigos, su verdadera familia. Y que el amor, el verdadero amor que no es otro que el de una madre, es la magia más grande de todas.

Kvothe es el menos conocido y trajo consigo la magia de la alquimia, de los simpatistas. Me encanta que su magia se llame simpatía, la pura afinidad entre tú y otra cosa. En que algo es mágico si el vínculo simpático entre tú y ese algo es alto, que la magia implique dualidad, un tú y un yo. Sin duda, esa magia tiene que estar en mi cuento. Además sabía tocar el laúd como quien toca a una mujer:
Con firmeza pero con dulzura, como cuando te toco con miedo a romperte, como si pudiera. Con seguridad pero con respeto, como cuando quiero robarte un beso y no quiero que te vayas si no es sonriendo. Con amor, pero con amor de verdad, porque a una mujer no se le toca si no es para quererla. Es bonito hablar de magia como algo de dos, si señor, una de dos para mi cuento.

Y también me gusta que sea real, así que ven, acércate, solo faltas tú para que la magia tenga sentido y olvide contigo qué es un beso.


Lo malo viene cuando el cuento se acaba y los primeros rayos de sol te levantan. Es ahí cuando la magia no cura enfermedades, ni me deja buscar tu escondite entre nubes blancas. Solo queda luchar despierto y a la noche decidir qué cuento quiero que vengas a contarme de nuevo.