Vamos a empezar el día con buen pie.

Abre la persiana, esa manta de piel que guarda celosamente la luz de tus pupilas, como mi cama hace conmigo, con miedo de no volver a abrazarme nunca más.

Vamos, poco a poco, deja que tus pestañas te acaricien y que tu almohada se despida de ti con tiempo, con mucho tiempo, quizás "cinco minutos más, mamá". El tiempo justo para dejar que el amor de tus sueños te bese y te despierte.

Vamos, siéntate y asegúrate de pisar con buen pie. Si no sabes cuál es, fíjate, es el que más distancia deje entre el dedo meñique y cualquier objeto que le haga frente. Los dedos meñiques, cómo son, siempre buscando pelea. Y pisa hondo, como pisan los que tienen cosas mil cosas por perder y una por ganar.

Y ahora levántate, coge aire, fuerza y alegra el mundo. No tienes que asustarte, no hace falta ir muy lejos, seguramente aún seguirá en tu habitación metiéndote prisa porque llegas tarde mientras no deja de repetir el nombre que un día te puso.

Dale un beso y sal ahí fuera, que ya nadie va a poder contigo.