Tengo suerte, simplemente.
Tengo la suerte de poder olvidar qué es la gravedad, y despegar mis pies del suelo cuando quiero. De ser el aire que le hace cosquillas a los pies de las montañas y las nubes que le dan forma a su pelo. Soy el agua que nace en ellas y llega a todos lados, lentamente pero sin freno.
Tengo la suerte de estar hecho de tierra, de agua y de estrellas; de conservar la fuerza de la primera, la vida de la segunda y la luz de las terceras. De querer y poder, de soñar y enloquecer, de ser hombre y tú mujer. Soy el calor que noto en tu pecho, y no voy a dejar de serlo.
Y ahora que lo pienso,
cielo,
vas a tener la suerte de quedarte lo mejor que ha pisado la tierra,
de ver brillar de verdad a una estrella,
de las que hacen bocadillos de jamón,
de las que dan besos sin ton ni son,
de las que nunca han dejado de amar lo que ha besado su boca
y de las que dicen que quien tiene boca se equivoca.
Ahora soy yo quien te va a decir una cosa.
Más quisiera la perfección tener tu sonrisa.
Y que te quiero.