Y la luna se abrió de par en par, como una madre cuando llora, dejando al descubierto su reluciente corazón, sin coraza, sin adornos ni mordazas. Quería dejarse ver una vez más, y brillar más que el sol y cualquiera de sus hermanas. Quería demostrar que se puede tener luz propia aunque nadie confiara en ella, y ese día nadie podrá negar que la tuvo. Y siempre. 

Ese día la luz brilló en los ojos de los hombres, y vieron como el mar prendía almenas y el fuego apaciguaba las ascuas de su odio. Vieron como la vida se les escapaba entre lágrimas, de culpa y de resentimiento, de cómo podían haber hecho sufrir a algo así en vez de haberlo puesto en el medio de un abrazo y defenderlo hasta el fin de sus días. Ese día tan solo.. lo sintieron.

Y se irguió, orgullosa de ser lo que es, de haber estado en el recuerdo de un alba, de nanas en cunas y de retinas apunto de mezclarse en un beso. Cogió las suaves manos del cielo y las abrigó con las nubes que habían subido a verla, reino de ángeles. Lo miró a los ojos, cuna de sueños, y cuidó de él durante el resto de la noche, y de sus días.

Y hoy, cada ocho de marzo se recuerda que no solo es luz propia, que sois vida, lucha, promesa, amor y esperanza. Que sois el motivo por el que vivir y llorar, que sois madres, esposas e hijas. Que sois felicidad y sonrisas en la boca. Que sois libertad.

Qué triste que necesitemos un día para eso,
y que les quitemos los derechos a quienes nos trajeron aquí para defenderlos.